Por: M. José Cicero
¿Hemos reflexionado alguna vez cómo miramos a nuestros semejantes?, con dulzura, compasión, amor, cariño, ternura… O simplemente la miramos. Pongamos mas atención a nuestras miradas, para las personas es muy importante descifrar que clase de personas somos, no por un descuido, dejemos una impresión equivocada de nuestra forma de ser.
Seamos siempre transparentes, honestos, fieles a lo que decimos o hacemos y automáticamente nuestra mirada será limpia, cordial y verdadera, no distorsionemos nuestra parte más noble y buena que es el reflejo de nuestro espíritu, conservemos esa mirada que desde un principio nuestro creador nos regalo.
¿Hemos contemplado alguna vez la mirada de un niño? Fijémonos bien y veremos en ella, una alegría infinita, una luz brillante, una sinceridad nata, que nos transporta amar todo lo que la misma naturaleza nos regala, hagamos de una conversación una fuente de sabiduría, mirando a la persona con amabilidad e interés.
También hemos contemplado las miradas tristes, decepcionadas, confundidas… Es el momento de contemplarlas con ternura y comprensión porque alguna vez nosotros sentimos esa tristeza… desilusión… confusión… ¿Hay alguna mirada que nos conforte y nos de la esperanza que necesitamos en ese momento? Seamos nosotros los primeros en mirarlos con esa dulzura e interés, para hacerlos sentir que nos preocupa y nos interesa, que estamos dispuestos a comprenderlo y a darle todo nuestro apoyo.
Pasemos por la vida dejando un camino mejor del que encontramos, así los que vienen detrás de nosotros tendrán menos dificultades, si cada uno de nosotros hacemos algo por mejorar nuestro paso por la tierra, llegaremos todos felices al encuentro de nuestro creador. Las ventanas del alma son los ojos.
Atentamente.
M. José Cicero
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domingo, 24 de mayo de 2009
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