sábado, 2 de marzo de 2013

Valor del perdón

por: M.José Cicero Quisiera hoy centrar el valor del perdón. Ante todo, debemos entender que el perdón no es un sentimiento, sino: UN ACTO DE LA VOLUNTAD. Cuando una persona nos ofende, se crea en nosotros un "sentimiento" (generalmente de resentimiento, pudiendo incluso llegar al odio) del cual, de manera ordinaria, no podemos tener control, pues responde a una acción que toca un área "espiritual" (lo mismo podemos decir para el amor, la envidia, etc.). Este sentimiento se incrementará con la repetición de acciones semejantes a las que lo crearon, y/o reaccionando de acuerdo con el "impulso" natural de este sentimiento (en este caso, sería la agresión); en cambio, disminuirá, pudiendo llegar a desaparecer, con una respuesta contraria a la que el sentimiento genera. Perdonar es la decisión que el hombre toma de no reaccionar conforme al sentimiento, sino por el contrario, buscar la acción que pueda ayudar a que éste desaparezca, como puede ser una sonrisa, el servicio, la cortesía, etc. Por ello, el perdón exige renuncia, renuncia a nosotros mismos, a nuestro afán de venganza, a actuar conforme a nuestra pasión. En pocas palabras, perdonar es devolver bien a cambio de mal. Sólo si nosotros perdonamos, tendremos también el perdón de Dios, y más aún: experimentaremos la verdadera alegría de amar. No es fácil, pero todo es posible con la gracia de Dios. Atentamente. M.José Cicero

martes, 7 de febrero de 2012

Valor de la libertad

Por: M.José Cicero


El tesoro más grande que Dios nos dio es la libertad. Y nos parecemos más a El cuando la usamos para amar. Nos alejamos de ser su imagen si esta libertad nos destruye, si nos encadena a vicios, si abusamos de ella para dañar a los demás.


La educación más difícil, personal y de otros, es el proceso para ser libres. El reto más complicado es que los hijos, desde pequeñitos, sobre todo los adolescentes y jóvenes, con el buen ejemplo de sus padres, aprendan a controlar sus instintos y reacciones, que sean dueños de sí mismos, no esclavos de sus gustos, emociones y deseos. Cuando esto se logra, se forman personas maduras, responsables, fieles a sus compromisos, respetuosos de los demás, pacientes, capaces de renunciar a los atractivos del alcohol, de las drogas, del abuso sexual, del atractivo de robar y de golpear. Es un proceso que dura toda la vida, pero tienen que ponerse las bases desde la familia, la escuela y la Iglesia.

Todo lo contrario a esta libertad madura y constructiva, en la tendencia a ver con buenos ojos que cada quien haga lo que quiera, que no se le reprima para que no se traumatice, que se manifieste tal cual es, que nada se le niegue, que goce la vida… Aquí está la raíz de tanto libertinaje, de la exaltación de los derechos sin deberes, de la agresividad social incontrolada. ¿Qué hacer?

“La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común. Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal.

Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.

También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz”.

Padres de familia: Vivan responsablemente su propia libertad, para que sean capaces de educar a sus hijos en esta nobilísima virtud. No den mal ejemplo llegando a casa a la hora que les dé la gana, alegando que pueden hacer lo que quieran. Eso generará que sus hijos procedan igual. Al contrario, ejerzan su libertad siendo responsables en el trabajo y en el hogar. No consientan que los hijos se la pasen jugando, en la calle, viendo televisión, durmiendo, si es que deben hacer la tarea, ayudar al quehacer familiar, compartir con los demás. Que se levanten a tiempo, que regresen a una hora fija por las noches, que se controlen al comer y beber. Duele no darles gusto en todo, pero es lo que más les hace crecer como personas libres.

Profesores, comunicadores y pastores, ayudemos en esta trascendente tarea educativas.

Atentamente.

M.José Cicero

lunes, 14 de febrero de 2011

Valor del amigo

Por: M. José Cicero

La verdadera amistad se demuestra en el afecto, la confianza y el sacrificio por la persona amada
Antoine de Saint-Exupéry en su libro El Principito, resalta el carácter esencial del valor de la amistad. “Busco amigos”, es la respuesta del Principito al zorro y al mismo tiempo es la respuesta a uno de los deseos más profundos del hombre: amar y ser amado.

La etimología de la palabra amistad viene determinada en la voz del latín vulgar amicitas, derivada a su vez de amicus (amigo) y amare (amar). Entendida de esta manera la amistad es una de las formas más nobles del movimiento amoroso entre los hombres.

Aristóteles afirmaba que el hombre es un animal social por naturaleza. Nacimos “de”, crecimos “entre” y nos relacionamos cotidianamente “con” otras personas. Así la amistad se convierte en una característica no sólo necesaria sino fundamental de nuestra condición humana. Somos existentes que interactuamos en el mundo de los hombres.

El mismo Aristóteles, convencido de esta exigencia tan propia del hombre, decía: “sin amigos nadie querría vivir aunque tuviese todas las riquezas”. En el bienestar o prosperidad buscamos hacer el bien a nuestros amigos y en la pobreza o adversidad consideramos a los amigos el único refugio.

Amigo se dice en muchos sentidos por lo que es necesario distinguir entre los diversos tipos o grados de amistad para determinar quién es el verdadero amigo ya que este último parece una especie difícil de encontrar y en vía de extinción.

Siguiendo con la reflexión aristotélica, la amistad se divide en tres niveles:

En primer lugar hallamos la “amistad por el placer” que resulta ser la menos perfecta. En este tipo de relación cada uno busca su propia complacencia y no el buen carácter o el valor propio del otro amigo. Se hacen amigos con rapidez y dejan de serlo con facilidad porque es una amistad voluble que se basa en sentimentalismos y gustos propios. Esta relación se asemeja al cubito de azúcar cuando cae en la taza negra, amarga y caliente de café, pues al presentarse un problema la amistad se disuelve precipitadamente. Construir la amistad sobre estos motivos es igual que edificar una casa sobre la arena: llegan las tormentas y la casa se cae, pues no tenía buenos cimientos.

En segundo lugar emerge la “amistad por interés” donde el aprecio existente no es por sí mismos, por las personas en cuanto tales sino en la medida en que obtiene un beneficio el uno del otro. Esta relación está sujeta a la medida y al cálculo y carece de la generosidad, disponibilidad y donación que caracterizan una verdadera amistad.

Como diría el Principito: “Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: ¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas? En cambio, os preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Sólo entonces creen conocerle...” Las relaciones fundadas en la utilidad son estables mientras dura el beneficio mutuo.

Las amistades constituidas en el placer o en la utilidad pueden producir cierta felicidad; pero no la felicidad plena y profunda que colma el deseo más profundo del hombre de amar y ser amado.

Finalmente llegamos al tercer tipo de amistad, llamada por Aristóteles: “amistad perfecta”. Esta relación auténtica no echa sus raíces en lo que una persona tiene o en el placer que me puede procurar sino que se alimenta en lo que el amigo es, en el valor y la belleza de su personalidad, en la aceptación de sus virtudes y defectos, en el conocimiento profundo y recíproco. El fruto de la amistad verdadera está en la alegría de amar y ser correspondido, en la satisfacción de dar más que de recibir. El tiempo, en este estrado tan elevado, no apaga los motivos de esta amistad sino que con el pasar de los años los lazos que la unen se purifican y se hacen aún más fuertes.

En el libro El Principito, el zorro al despedirse de nuestro pequeño protagonista le desvela su gran secreto: “no se ve bien sino con los ojos del corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. El verdadero amigo es aquel que ve con los ojos del corazón para trascender las apariencias de un físico, de las posesiones materiales, de las circunstancias, y para buscar desinteresadamente el verdadero bien de la otra persona. Encontrar un verdadero amigo es encontrar un tesoro.

Los mejores amigos demuestran su afecto y confianza y están dispuestos al sacrificio de sí mismos por el otro. Así la amistad perfecta se convierte en un componente clave para la felicidad que buscamos en esta tierra.

Atentamente.

M. José Cicero

martes, 26 de octubre de 2010

Valor del medio ambiente

Por: M. José Cicero

La naturaleza es imprescindible para la vida humana y sus relaciones, que ha de ser protegida y cuidada con responsabilidad, conservándola y restaurándola para que puedan disfrutar de ellos las futuras generaciones.

Es esencial cuidar la naturaleza evitando el despilfarro y la explotación irresponsable de sus recursos.
Nos comprometemos a proteger al medio ambiente mediante el buen uso de los recursos naturales y aprovechar todos los medios disponibles para que nuestras acciones favorezcan la sustentabilidad.

Todos tenemos derecho a vivir en un lugar limpio, saludable y además la obligación de promoverlo.
Nos comprometemos a prevenir la contaminación de los ecosistemas, gestionar correctamente los residuos que generemos y ser promotores de un ambiente sano para todos.

Se necesita el acuerdo entre las fuerzas políticas y económicas de todos los países a fin de promover un desarrollo sustentable, de manera que hagamos uso de nuestro potencial sin poner en riesgo el bienestar de nuestro planeta.
Nos disponemos en buscar soluciones adecuadas que garanticen un desarrollo sustentable y equitativo en beneficio del planeta.

Gran parte de los daños que el hombre produce en contra de la naturaleza son causados por el uso excesivo de recursos.
Nos comprometemos a evitar que nuestras acciones sobre utilicen los recursos y a fomentar una cultura de respeto al medio, a través del dialogo y la comunicación.

Todos los seres vivientes merecen respeto.
Asumimos la responsabilidad de respetar a los seres vivos y promover su defensa.

Atentamente.

M. José Cicero

martes, 19 de octubre de 2010

Valor económico

Por: M. José Cicero

El mundo de la economía está constituido por una serie de relaciones personales que tienen como objetivo inmediato ? y no como fin último ? el intercambio de bienes. Es verdad que la relación económica tiene su propia estructura y valores específicos, pero no deja de ser ante todo una forma de relación interpersonal.

Los bienes que poseemos son para compartirlos con los demás, no para disfrutarlos desde el egoísmo, según una visión materialista y consumista de la vida.

Nos comprometemos al correcto, social y ético uso de nuestros bienes materiales según una escala de valores que nos vincule social y solidariamente sin perjudicar al desarrollo económico.

Hay que relacionar el crecimiento económico con el desarrollo humano ? no hay verdadero crecimiento económico si perjudica las relaciones humanas.

Somos favorables a la difusión de nuevos criterios de evaluación (ambiental, social, etc.) que permitan relacionar el crecimiento económico con el crecimiento humano, como a la creación de entes económicos que acudan no solo a la producción de bienes materiales, sino que también fomenten y beneficien las relaciones entre personas.

La pobreza extrema y el consumo excesivo, debidos a la mala distribución de la riqueza y a la desigualdad de oportunidades son una injusticia. El amor al prójimo lleva a revisar nuestros propios niveles de consumo, necesidades y posesiones materiales.

Seremos conscientes de que todo tiene su coste, que este puede ser muy alto y recaer en perjuicio de otras personas.

Así podremos defender y promover la solidaridad y la fraternidad, considerando honestamente la dignidad de las personas y de las relaciones humanas por encima del dinero o de las relaciones económicas.

La solidaridad y la fraternidad nos inducen a buscar nuevos caminos creativos para la vida empresarial y la producción de bienes materiales.

Queremos trabajar a fin de re-imaginar la vida empresarial basada en el servicio para el bien común, en nuevas formas de distribución de ayudas, en la reciprocidad de acogida, la responsabilidad creativa y la participación de todos.

Es un prejuicio común que la riqueza de unos dependa de la pobreza de otros y en un negocio no se pueda practicar la ética y los valores.

Nos comprometemos a fomentar que el motor de la economía sea el vínculo de comunión y de confianza entre las personas, en el respeto de la ética y los valores humanos y no la competición exasperada.

Atentamente.

M. José Cicero

domingo, 17 de octubre de 2010

Valor del bien común

Por: M. José Cicero

El hombre está marcado por la necesidad de comunión con los demás para crear una comunidad más amplia donde todos puedan contribuir al bien común y beneficiarse de él; una participación amplia, libre y responsable de las personas en la vida comunitaria y una autoridad capaz de dar unidad y dirección a las energías de todos, no de forma déspota, sino con un auténtico espíritu de servicio.


La autoridad, en todas sus manifestaciones, debe basarse en un auténtico espíritu de servicio y autoridad moral.

Nos comprometemos a ejercer nuestras tareas en la sociedad guardando siempre el bien de los demás con verdadero espíritu de responsabilidad.

También creemos que es de justicia agradecer el buen uso del poder, máxime cuando suponga un servicio duro y poco valorado.

Como la sociedad es de todos, aunque algunos hayan sido elegidos para administrarla, cada uno tiene el derecho de participar en las decisiones comunes. Por otro lado, la participación es también un deber, en la medida que sea posible debemos tomar parte en la vida de la comunidad con sentido de responsabilidad.

Nos esforzaremos por crear espacios de auténtica participación y fomentar la corresponsabilidad en todo lo que atañe la vida común. En este sentido valoramos la democracia como forma de gobierno más participativa.
que favorezca que los jóvenes puedan tener oportunidades de crecimiento según su desempeño.

Nos comprometemos a ser actores del cambio positivo en los ambientes donde vivimos, no limitándonos a las críticas sino más bien proponiendo soluciones constructivas en todos los órdenes.

Las instituciones no pueden ser un fin en sí mismas sino que deben orientarse a alcanzar el bien común respetando y promoviendo los valores humanos esenciales, siempre vinculados a una responsabilidad moral y al servicio a la comunidad.

Consideramos que no deberían invadir la libertad de las personas y de las comunidades, sino actuar en la perspectiva del principio de subsidiariedad.

Creemos que el bien común, es una expresión de amor y de servicio dedicado a los demás.

Atentamente.

M. José Cicero

sábado, 16 de octubre de 2010

Valor del compromiso

Por: M. José Cicero

No toda la vida de las personas se desarrolla en el interior de una familia o de una sociedad sino que existe toda una serie de nexos intermedios ? desde las simples amistades hasta las formas asociativas más complejas ?

El motor de la historia personal y social es el amor que se ve reflejado en valores y virtudes como la fraternidad, la solidaridad y la atención al prójimo, que nos ayudan a crecer integralmente.

Deseamos fomentar la dignidad de los más necesitados mediante el ejercicio de la solidaridad, llegando a experimentar que todos somos responsables de todos.

El esfuerzo y el cambio personal son dos aspectos clave para el progreso de una civilización.

Nos comprometemos a luchar por conseguir sacar adelante los valores y virtudes más importantes, sin dejarnos abatir por miedos, dificultades, faltas de esperanza y motivación. Somos contrarios a la búsqueda de placer por el placer, de querer resultados sin someterse a sacrificios. Consideramos que los auténticos logros de la vida comportan un esfuerzo personal y comunitario.

Las diferencias de sexo, origen, grupos étnicos, color de piel, creencias religiosas, opiniones, idiomas y culturas son fuente potencial de riqueza.

Nos comprometemos a respetar las diferencias e interesarnos por conocernos unos a otros, sin considerarlas un obstáculo para la convivencia.

Cada persona tiene derecho a la asistencia sanitaria integral, de forma que no quede abandonada o marginada.

Deseamos promover las formas de asistencia y tratamiento o terapia, que realmente respeten la dignidad del ser humano y su bienestar físico, psicológico y espiritual.

El papel de la sociedad civil es promover una cultura de paz y la colaboración a través de la participación activa del mayor número de personas posible, unidas por el vínculo del amor.

Queremos reconocer que la sociedad civil es imprescindible para la gestión de los conflictos sociales (locales, nacionales, internacionales) con técnicas no violentas y que busquen la justicia social y la equidad.

IV. 6. El deporte, el arte y la cultura son ámbitos vitales donde ofrecemos a los demás los dones que hemos recibido y nos desarrollamos como personas.

Nos comprometemos a hacer uso creativo de nuestras capacidades para hacer felices a los demás, entregando lo mejor de cada uno con honestidad y autenticidad.

Atentamente.

M. José Cicero