Por: M. José Cicero
La educación es la relación que busca la formación integral de la persona, en función de su vocación última y del bien de la familia y de la sociedad. Dota a las personas de las herramientas y aptitudes necesarias para incidir positivamente sobre la propia vida, la de los demás y sobre la sociedad en general.
La educación de la persona no puede ser reductiva o sectorial, sino integral, en cuanto al cuidado y respeto de todas las dimensiones del ser humano (física, psíquica y espiritual).
Nos comprometemos a que nuestras acciones educativas estén siempre enfocadas al acompañamiento y la potenciación de las capacidades de los demás en orden a cumplir aquellas aspiraciones personales que le perfeccionan.
La educación tiene que desarrollar sobre todo el éxtasis de la persona, es decir, su capacidad de ir más allá de sí misma y relacionarse con los demás.
Nos comprometemos a que siempre la generosidad sea el medio y el fin de nuestro actuar en la educación y estamos convencidos que, en este sentido, el buen ejemplo del educador siempre tiene una gran eficacia, aún más que sus palabras y la disciplina que enseña.
La educación formal es un derecho y hay que garantizarla, sin ninguna clase de discriminación.
Nos comprometemos a promover que los niños y jóvenes tengan realmente acceso a la educación escolarizada, sobre todo los más desprotegidos de la sociedad. Asimismo, apoyaremos los esfuerzos por cubrir las carencias educativas de los adultos que lo requieran.
Nos comprometemos a garantizar una educación humanista, científica y solidaria. Conscientes que educando a los niños del presente, no discriminaremos a los hombres del mañana.
Educar es un deber que incumbe a la familia, a la escuela y a la sociedad en general. Los adultos que son modelos y referencia para los menores, merecen gratitud y respeto por su esfuerzo, que es auténtico ejercicio de un amor de generosidad.
Nos comprometemos a que la educación sea adecuadamente valorada y se actúe con verdadero sentido de responsabilidad, cada uno aceptando la tarea que le compete con un sentido de auténtica donación y gratitud y no usurpando el imprescindible papel de la familia.
El estudio tiene que formar a la persona y orientarla en los valores fundamentales, no sólo prepararla para utilizar tecnologías y cubrir las necesidades materiales de la sociedad. Por eso, en el momento de elegir los estudios, cada uno tiene que hacerlo desde el horizonte de su verdadera vocación.
Buscaremos el justo equilibrio entre estudios humanísticos y científico-tecnológicos y promoveremos una investigación académica enfocada a la resolución de problemas que afectan al ser humano, cuidando y evaluando la formación de la persona y no sólo su conocimiento, ayudándole a descubrir su auténtica vocación personal y social.
Atentamente.
M. José Cicero
miércoles, 13 de octubre de 2010
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